Aunque ya han transcurrido varias semanas, no he tenido tiempo de comentar el evento, así que lo hago ahora que es temprano y la mañana es propicia para sentarse delante del ordenador y darle a las teclas mientra el perro mira desde su alfombrita y mueve el rabo si se pronuncia su nombre con cierto tono o se le mira largo rato.
El día 27 de abril, domingo soleado que fue, aprovechando la celebración del Día del Libro, Olivares, pueblo sevillano, hizo convivir en la plaza un cocido rociero con un poquito de literatura. Así, antes de que en el escenario improvisado se pasara a entregar el premio al mejor cocido de la jornada, algunos subimos al mismo con la firme intención de leer un algo de García Márquez, que, para los que no lo recuerden, había fallecido pocos días antes, pobre, con los bien que escribió todo no somos nadie. Luego los autores nos fuimos ubicando dentro de unas tienditas que rodeaban la plaza y allí firmamos algunos ejemplares en el bullicio de las sevillanas y las rumbas, a la par que tomábamos alguna cerveza, fumábamos algún cigarro y conversábamos el puño muy en el mentón y el aire muy interesante, yo escribo así, yo asá, ¿no te ocurre a ti también cuando estás dándole vueltas a una idea que…?, sísísísí, todo el rato, es curioso, ¿verdad?, lo es, ¿nos intercambiamos los libros?, mejor no.
Bromas aparte, lo pasamos muy bien y se oyeron las palabras de Gabo altas y claras por todo el pueblo.
Agradecer desde aquí a la organización por la invitación (gracias, Ángela), a Gabriel por las fotos y a todos por la compañía.
Y ahora, sin más dilación, estas imágenes que acompaño del texto que termina.