Muy buenas. Me llamo Felipe Santa-Cruz y soy escritor.
No se me ocurre el motivo por el cual el interés de un lector pueda dirigirse a la persona que escribe, en vez de a la obra que ha escrito. Por eso no sé muy bien con qué rellenar este apartado. Si mi historia fuese buena, sin duda la novelaría y la titularía con mi nombre, tal vez plagiando a Baroja: Felipín el aventurero. Pero es bastante común, y aún no tiene todos los capítulos terminados, de hecho, no tengo ni idea de cómo acaba.
De todas formas, supongo que lo que más puede interesar es lo tocante a la escritura. Pues bien: Comencé a escribir durante la carrera, movido por un sopor vital aletargante, del que no podía desembarazarme del todo a base de salidas nocturnas. Durante los muchos años que pasé cursando mi licenciatura, escribí un libro de poemas (La daga en la pluma. Jirones de Azul, 2011), mi primera novela, El diario de Kiwiperonolafruta, y un diario de viajes, que perdí hace dos años en Lagos (Portugal), cuando unos señores asaltaron mi coche.
Para mí, terminar la carrera supuso un punto crítico. Tal vez (pensaba entonces) mi escritura se había debido a la necesidad de pasar por encima de la frustración que ésta me había generado. ¿Y si al terminarla, al entrar en el mundo real, se disipaba todo? Pero fueron mis temores los que se disiparon, y enseguida. En cuanto salí de la facultad escribí Rutinas, una novela corta y un segundo poemario.
Y luego he seguido escribiendo, y aquí me mantengo, dándole a la tecla, a la pluma y al cincel. Sigo sin saber qué empuja a una persona a escribir, y espero no descubrirlo nunca.
Si os ha decepcionado mi historia, no olvidéis que os lo advertí.
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