El armado de valor. Sobre el valor y sus inconvenientes

Fulanito García y de los Puentes se sintió sobrecogido y, mirando su brazo derecho, pensó que tenía los vellos como escarpias. Seguidamente se percató de que no tenía la más remota idea de lo que era una escarpia, y se quedó mucho más tranquilo. Cuando llegó a casa esa tarde, su hermana mayor tuvo la cruel deferencia de explicárselo, y Fulanito volvió a sentir un tremendo terror, sin poder salir de su habitación en varios días. Una noche se armó de valor, y como la armadura ocultaba las escarpias de sus brazos, no tuvo miedo. Ya nunca consiguió quitársela de encima, porque ésta quedó anclada a su cuerpo por las mentadas escarpias, y siempre se sintió valeroso y arrojado, si bien —todo hay que decirlo… O no— perdió mucha calidad de vida, en cuanto a movilidad se refiere, y comodidad en el excusado.

Acabó volviéndose una persona brusca y malhumorada, que decía palabrotas, fumaba y tomaba bebidas alcohólicas y leche en polvo —¿por qué no?—.

Una tarde de primavera, tras salvar a una damisela en apuros, un señor lo elogió aseverando que el valor es el más hermoso y noble de los atuendos que visten al ser humano. Fulanito no se lo pensó dos veces, sino tres, y traspasó al señor con su lanza de parte a parte.

Felipe Santa-Cruz

Relato extraído del libro Rutinas

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