Mi odiado y yo. Reflexión sobre las bondades del odio para con la existencia

En un país muy, muy lejano, llamado España, vivían dos españoles y algunos más. El caso es que estos dos señores nunca se habían llevado bien, porque siempre se habían caído mal. Pero al final no tuvo ello mucha trascendencia en sus vidas, pues igualmente murieron (algunos de los otros españoles, también, pero no todos, sólo aquéllos que habían terminado de pagar su hipoteca y los que nunca habían tenido una).

A mí tampoco me supone gran cosa saber que mi odiado va a morir, porque sé que yo también caeré (lo que es como morir, pero mucho más estético y a cámara lenta). Sólo espero hacerlo antes que él, para que el día de mi entierro y las semanas inmediatamente posteriores la gente lo mire, lo señale y susurre: “Él lo odiaba», y que eso lo convierta en una mala persona y que él lo sepa. Y yo, mientras, muerto y existiendo por todas partes.

Felipe Santa-Cruz

Relato extraído del libro Rutinas

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