Elegir un buen melón es sumamente complicado e improbable. Se dice que, para saber si un melón es bueno hay que palmearle el trasero y, dependiendo de su reacción, éste será dulce o apepinado.
A mí, en una ocasión, un melón me besó en los labios tras palmearle el trasero, pero, aunque su reacción fue dulce, por dentro estaba agrio.
Mi hermano le pellizcó el culo a otro y éste le bailó por bulerías; mi hermano odia el flamenco y lo dejó plantado en el puesto. Menos mal que iba con mis hermanas, que son más rumberas. A ellas les gustó la reacción del melón y se lo llevaron. Sabía fenomenal, pero al abrirlo dejó de bailar y mis hermanas perdieron todo interés en él. Al final se lo comió entero mi hermano por si se le ocurría volver a rumbear.
Felipe Santa-Cruz
Relato extraído del libro Rutinas