No es casualidad que segundo, acepción ordinal del número dos, y segundo, fracción pequeñita de tiempo, sean homónimos. El tiempo no ha existido siempre. Hubo un tiempo… Eso está mal dicho a todas luces; lo intento de nuevo: No hubo un tiempo en que el tiempo estaba oculto bajo la tierra y sólo se filtraba levemente a través de las raíces de los árboles. Pero un hombre muy bruto cavó demasiado profundo y liberó el tiempo, y los humanos empezaron a envejecer y a morir. Y como no estaba ordenado, la gente fallecía de repente y luego revivía y luego enfermaba sin poder fenecer. La sociedad estaba desconcertada: no sabía cómo gestionar el tiempo y obligó a este hombre a que se encargara de ello, a forma de condena. Este señor recortó y ordenó cívicamente el tiempo con ayuda de sus hijos. Él mismo, que se llamaba Hora, gestionó las horas; su primogénito, que se llamaba Minuto, los minutos y el segundo, que no tenía más nombre que su orden de nacimiento, los segundos.
Y si la historia le ha parecido una estupidez, piense que el autor es genial y que a usted se le escapan sus sutilezas. Prometo no decírselo a nadie… Pero me debe una.
Felipe Santa-Cruz
Relato extraído del libro Rutinas