―¿Sabes hacer algo bien?
―Empino jodidamente bien el codo.
―¿Y cómo se te ocurrió montar un bar?
―Ya ves, estaba un día en la ducha y grité eureka.
―Ajá.
―Y ¿qué tal tu madre? ¿La llevaste al fin al médico?
―Sí, anteayer.
―¿Y qué? ¿Qué le han dicho?
―Dicen que está muerta.
―¿Le han mandado algo?
―Que guarde reposo.
―Muy sabio.
―Sí… ¿Y tú qué? ¿Sigues con aquella chica?
―Sí, pero no estamos bien.
―¿Y eso?
―Las cosas han cambiado… Recuerdo que antes nos besábamos a todas horas.
―¿Y qué pasó?
―Ella murió, y yo fui perdiendo el interés.
―A ver, disculpen los señores. ¿Qué vamos a tomar de tapitas?
―Ah, ¿pero es que en este bar los camareros cenan con los clientes?
―No…, caballero… Es una frase hecha.
―Todas los son.
Felipe Santa-Cruz
Relato extraído del libro Rutinas