«Sólo los ángeles tienen alas es una película», sentenció una noche un crítico de cine en una reunión de críticos de cine. Entonces todos comenzaron a vociferar discrepancias. Uno decía que en realidad era una variedad de pato de Malasia; otro, que el nombre de un linaje del siglo XII; otro, que el apelativo cariñoso de Hermes; otro, que un bisoñé particularmente celestial; otro, que el campo está precioso en esta época del año; uno, muy sediento, que el nombre de un combinado que estaba a punto de pedir en la barra; otro, que cuándo llegarían las señoritas, y así hasta veintidós opiniones y un rebuzno.
Ese día perdí la fe en la humanidad… de los críticos, y ya sólo veo las películas que recomienda el señor del rebuzno, porque no trata de engañar a nadie y, de alguna forma, hay que discriminar la cartelera.
Felipe Santa-Cruz
Relato extraído del libro Rutinas
Ácido. Muy ácido tu texto. Menos mal que los críticos, al no disponer de sentido del humor, carecen de la capacidad de advertir ciertas sutilezas lingüísticas. De lo contrario, mandarían fusilarte al amanecer; excepto, quizá, el del rebuzno.
Por cierto, preciosa película la que aludes. Jean Arthur y Cary Grant hacen una pareja formidable.
Un abrazo, Felipe.
Muchas gracias, Pedro. Además de la falta de sentido del humor, muchos de ellos adolecen del que para Oscar Wilde era el peor de los defectos: la falta de imaginación. Y, en los críticos de cine, ya es la releche. Porque los críticos literarios profesionales son siervos del amo que los alimenta, y más que críticas, componen odas por encargo, cortando y pegando, las más de las veces; pero a lo críticos de cine, directamente no les gusta el arte al que se han consagrado.