Era un relatista de esos que opinan que para escribir líneas realmente inteligentes sólo hay que confiar en que el lector no es un completo idiota y, además, tampoco hay que explicarlo todo y tal, y hay que dejar que el público añada los últimos ingredientes de la sopa a su gusto, y luego, ¡hum!, qué rico para todo el mundo, menos para aquél que sí es completamente idiota y se ha pasado con la sal porque ni conoce sus gustos ni, a lo mejor, que la sopa se toma con cuchara o bebiendo del cuenco (dependiendo de la familia de cada uno).
Felipe Santa-Cruz
Relato extraído del libro Rutinas