«Cada uno de los muebles que ilumina
la luz de esa ventana
(si acaso recordaron) no recuerdan
lo que no olvida mi alma.
En el regazo un libro, muchas veces
en la mesa una taza,
el sofá y la camilla no recuerdan
a una mujer sentada.
Y la misma camilla olvida risas
de una niña en pijama,
que (tampoco recuerda el sofá) junto
a su madre jugaba.
Ni siquiera la mesa, la del fondo,
ni sus sillas cercanas,
ni la lámpara atenta, que danzante,
desde el techo escuchaba,
sabe hablar ya de penas, de alegrías,
ni de sueños y hazañas
que compartimos cada cena, juntos,
cuando ésta era mi casa».
«Amigo, yo no puedo ver aquello
que me cuentas. Tú me hablas
de tormentos que mudan, en tu pena,
los muebles en fantasmas.
Yo, entre tantos y tantos muebles, veo
la gris maqueta gris de nuestras almas;
anda, ésta, ya de todo tan copada,
que hace sombras la luz de la ventana».
Poema extraído del libro La daga en la pluma