«La vida es maravillosa», masculló al cabo un pensador, ya visiblemente cansado de pensar. Luego, otros repitieron lo mismo en voz alta, menos un tipo bajito y cantarín que tarareaba una canción bastante alegre y redundante en rimas consonantes masculinas. A la hora de recogerse cada uno a sí mismo —y tal vez a su compañero y algún objeto digno de ser afanado—, el señor bajito se acercó al pensador, que justo pensaba en galletitas saladas mojadas atrevidamente en café aguado, y le preguntó alguna cosa en voz baja y divertida. El pensador le contestó algo bien profundo y desgarbado, y el señor bajito caminó hacia su casa pensativo, a sabiendas de que en realidad pensaba en que no pensaba en nada.
Felipe Santa-Cruz
Leer relato anterior. El mentiroso, micro relato para sobrepensar