En una ocasión en que Julia y yo buscábamos un libro para comprarlo, encontramos una tienda coronada por la siguiente e inquietante declaración: «Vendemos libros agotados». Como ignorábamos el funcionamiento de este tipo de librerías, esperamos a que entrara un cliente para así emular su proceder. Al fin entró un señor; Julia y yo lo seguimos al interior de la tienda.
―Muy buenas tardes, don Fernando —saludó el tendero al cliente—. Señor. Señora. —Esto último nos lo dijo a nosotros, y nos limitamos a asentir.
―Buenas tardes, don Francisco. Buscaba una novelita de mis años de juventud. Se llama «El paquete parlante».
―Está agotada.
―Pues no me la llevo.
―Estupendo; son cinco euros, don Fernando.
―Aquí los tiene. Muchas gracias. Pase usted buena tarde. Señor. Señora —se despidió de nosotros antes de abandonar la tienda.
Cinco minutos más tarde salíamos Julia y yo muy desilusionados, porque sí tenían el libro que andábamos buscando.
Felipe Santa-Cruz
Relato extraído del libro Rutinas